jueves, 24 de marzo de 2011

¿Cómo se trabaja en los periódicos?

El trabajo en los medios escritos es bastante complejo y requiere de una ardua labor de coordinación entre todos los miembros de una redacción, desde el director hasta los jefes de sección, pasando por los diseñadores gráficos, los fotógrafos y, por supuesto, los redactores. ¿Cómo comienza la labor de todo este equipo humano? Veámoslo.

Los lunes, a primera hora de la mañana, se produce una de las reuniones más importantes de la semana entre el director del medio de comunicación y los responsables de cada una de las secciones del periódico (salvo Deportes, que suele gozar, por sus horarios, de mayor autonomía). En dicho encuentro, se realiza una planificación general de la semana que acaba de comenzar, analizándose cómo se pueden abordar los diferentes contenidos de la misma, desde los seguros (ruedas de prensa periódicas, acontecimientos programados...), que se conocen por medio de los teletipos de resumen que mandan diariamente las agencias de noticias, así como por las notas de prensa de los gabinetes de comunicación de las instituciones públicas, las empresas, los distintos agentes sociales, etcétera; hasta los sucesos de última hora (atentados, fallecimientos, guerras, elecciones, premios...), pasando por los posibles reportajes que cada sección propone de acuerdo a los temas que tenga en cartera.

Al mismo tiempo, el redactor ha de completar su rutina matinal, que consiste en, primero, leer los periódicos, escuchar los informativos tanto radiofónicos como televisivos y, por supuesto, revisar las páginas web de medios, instituciones, etc., para enterarse de las últimas noticias. A continuación, será el momento de organizar su trabajo, tanto el diario como el semanal, planificando cuándo deberá ponerse en contacto con los gabinetes para lograr entrevistas, cuándo deberá tener preparado un reportaje en concreto... Ése también será el momento de recurrir a su imaginación e idear qué tipos de reportajes, entrevistas o informes que no estén previstos en el trabajo ordinario semanal puede preparar. Esto último es, posiblemente, la parcela de trabajo más importante del periodista. No en vano, todos los medios darán las noticias de las ruedas de prensa y los acontecimientos que ya estén programados; sin embargo, no todo el mundo dispondrá de ese reportaje, entrevista, noticia o informe que, en exclusiva, se le haya ocurrido al redactor. He ahí uno de los principales atractivos de cualquier publicación: la información exclusiva, propia, que destaque al medio frente al resto de su competencia.

Para llevar a cabo esto último, resulta imprescindible que el periodista se documente de manera apropiada. Una mala labor de documentación puede traer consigo desde la mofa y la burla hacia el medio de comunicación y sus redactores (poniéndose en duda su profesionalidad, criterio y veracidad) hasta denuncias judiciales por atentar contra el honor o cualquier otro derecho individual. Veamos algunos ejemplos de lo que puede ocurrir si no hay una labor de documentación adecuada:



La CNN, así como otras televisiones estadounidenses, sacaron a bombo y platillo esta noticia en sus informativos. Versaba sobre la odisea que estaba viviendo un niño que, por accidente, se había metido en un globo que había echado a volar, siendo casi imposible saber si estaba bien o cómo rescatarlo. Ningún medio se tomó la molestia de averiguar si, efectivamente, el niño estaba dentro de ese globo, dando la noticia como real por el mero afán de la exclusiva. Más adelante, se demostró que todo fue un montaje perpetrado por los padres del menor, quedando dichas cadenas en ridículo y su credibilidad, tocada.

Iker Jiménez, reputado periodista, nos trajo otro caso similar:



También en España se encuentran casos hilarantes. Recientemente, El Intermedio, magacín presentado por El Gran Wyoming, dio una verdadera lección de profesionalidad a la cadena televisiva Intereconomía. Esta había emitido un vídeo que empezó a circular por Internet en el que el conocido 'showman' le faltaba al respeto a una simple becaria por una tontería, empleando un lenguaje grosero y soez. Intereconomía no se dignó en averiguar la autenticidad del vídeo, ni en llamar a La Sexta para, al menos, comprobar si esto había ocurrido; decidieron emitirlo tal cual, criticando con dureza al Gran Wyoming y su programa. Al día siguiente, El Intermedio emitía el vídeo entero, el cual no era nada más que un montaje publicitario, llevado a cabo para probar que Intereconomía no se molestaba en realizar un mínimo trabajo de documentación. Su experimento salió a las mil maravillas y la mencionada televisión quedó en evidencia por su falta de rigor.

Retomando la organización del trabajo en una redacción periodística, a primera hora de la tarde, una vez que los periodistas se han documentado y preparado los temas del día (e incluso de la semana), éstos se reunen con sus respectivos jefes de sección. Dichos responsables se encargan de comentar a sus redactores las decisiones que se tomaran por la mañana con los demás jefes y el director, mientras que cada periodista ofrece los temas que puede escribir para el próximo día. Con esa información, los jefes de sección vuelven a verse con el director, a quien comentarán qué pueden ofrecer sus respectivas áreas para el periódico de la mañana siguiente. Y, en función de la actualidad, el interés y la originalidad, el director decide cuántas páginas del planillo adjudicará a cada sección del medio.

¿Qué es un planillo? Quizá la siguiente imagen pueda clarificar el concepto:

El planillo es, sencillamente, el conjunto de páginas que posee el periódico, con los espacios reservados para la publicidad debidamente marcados. Este planillo se divide en módulos, que son meros recuadros conformados por las columnas y unas líneas horizontales imaginarias que acuerdan los directores con sus equipos de diseño. Cuando el jefe de sección sabe de cuántas páginas dispondrá para el día siguiente, organizará el trabajo y lo repartirá entre sus redactores, que habrán de hacerse cargo de la maquetación o diseño de los elementos de sus páginas.

Aunque, a día de hoy, los equipos de diseño gráfico son muy importantes en los medios, el número de sus miembros es bastante limitado, por lo que se invita al redactor a "pintar" (esto es, diseñar) su propia página, si ésta no es demasiado complicada. De hecho, la tendencia actual consiste en que los periodistas sólo reclamen los servicios del equipo de diseño para reportajes especiales o exclusivas que verdaderamente merezcan la pena, de modo que se agilice el trabajo tanto de las áreas de redacción como del de diseño.

¿Cómo hay que dibujar una página de periódico? Lo primero que ha de tener claro el periodista es que su página ha de ser atractiva a nivel visual. La sociedad actual vive inmersa en una cultura de la imagen y la inmediatez, por lo que los periódicos se han tenido que amoldar a dicha tendencia y dar de lado las gigantescas columnas escritas del pasado para dar paso a páginas con blancos, grandes fotografías, muchos elementos gráficos (sumarios, frases destacadas...), titulares con tipografías más amplias... Incluso, dentro del texto, el redactor ha de procurar que haya muchos párrafos y que éstos estén bien marcados, separándolos con ladillos si fuera preciso. Veamos unos ejemplos:




El periódico de la izquierda es de la década de los 80 y, como se puede apreciar, apenas se han empleado elementos gráficos, los titulares no destacan en exceso, casi no hay espacios en blanco y la letra es el aspecto predominante de la página. Por el contrario, la de la derecha, mucho más reciente, presenta una fotonoticia y otra fotografía más, las cuales ocupan bastante espacio. Asimismo, los titulares destacan a primera vista, hay más espacios en blanco y una mayor abundancia de párrafos. Este último es, grosso modo, el diseño que se está imponiendo en los medios escritos de hoy.

Además de esta preocupación por hacer un periódico más visual, en el diseño de prensa hay que tener en cuenta otros factores también importantes. El primero es que hay que poner las noticias más importantes y las mejores imágenes en las páginas impares. ¿Por qué? Cuando abrimos un periódico, nuestra vista se va siempre en primer lugar a la página de la derecha, esto es, la impar, por lo que será la primera que lea el público; por tanto, si queremos convencerle para que consuma el periódico, la mejor estrategia será colocar lo más interesante en dichas páginas. A su vez, no se puede olvidar que los titulares o las partes importantes de una fotografía no se han de situar jamás en mitad de una doble página. El motivo es simple: aunque en la pantalla del ordenador veamos el titular o la foto entera, cuando el periódico se imprima, se partirá irremediablemente por la mitad, pudiendo perderse parte de ese titular o imagen, haciendo que nuestra noticia sea menos atractiva para el lector.

Otro aspecto que se debe tener en cuenta es que la información nunca ha de amoldarse al espacio dejado por la publicidad. Los módulos de anuncios dibujan dos líneas imaginarias, una horizontal y otra vertical, que el periodista debe romper con su diseño. De otro modo, el lector sólo se fijará en la publicidad y obviará la información que haya en esa página. Veamos dos ejemplos:

En la página de la derecha la publicidad se ha impuesto al contenido, que se ha amoldado casi por completo al espacio dejado por el anuncio. Por el contrario, en la de la izquierda, los titulares han roto la línea imaginaria vertical, mientras que la fotografía ha hecho lo propio con la horizontal. Esta última estrategia, a saber, la de colocar una fotografía al lado de una publicidad, es bastante efectiva si se quiere robar protagonismo a un anuncio, por lo que se suele emplear a menudo.

Con su página ya maquetada, el periodista se dispondrá a redactar sus textos. Ahora cabe preguntarse: ¿qué subgéneros hay en prensa? ¿Cómo hay que escribir en cada uno de ellos? Comprobémoslo:

  1. La noticia, el subgénero más habitual de los medios de comunicación, consta de los siguientes elementos:
    • El titular, los cuales, además de presentar una tipografía atractiva a la vista, debe cumplir dos requisitos, a saber, resumir la esencia de la noticia y, sobre todo, llamar la atención del lector, sea del modo que sea. De hecho, un titular que logre 'picar' la curiosidad del público, aunque no sea nada informativo, se valora más que otro que proporcione mucha información, pero que pase más desapercibido. Ejemplo: La marea verde libia ahoga a Gadaffi. Este titular apenas nos proporciona información; sin embargo, el lenguaje empleado y el uso de la metáfora resultan curiosos y llamativos, por lo que tendrá más probabilidades de llamar la atención del lector que otro más riguroso.
    • El antetítulo y el subtítulo, que son las oraciones que acompañan ocasionalmente al titular. Mientras que éste actúa como reclamo, los antetítulos y los subtítulos cumplen fundamentalmente con la misión de introducir al lector en los sucesos narrados en la noticia, por lo que siempre han de ser informativos. Así, siguiendo con el ejemplo anterior, el antetítulo que podría acompañar a nuestro titular sobre Gadaffi podría ser Los insurgentes dominan por completo el este del país; mientras que el subtítulo podría rezar de este modo: El dictador norteafricano ha desplegado a sus tropas en un último intento por sofocar la rebelión.
    • La entradilla, que es el primer párrafo de la noticia (a veces destacado tipográficamente, según el medio). La entradilla debe responder, como mínimo, a tres de las archiconocidas W, a saber, el qué, el quién y el por qué; el cuándo, el dónde y el cómo son completamente opcionales. 
    • El cuerpo de la noticia, esto es, el texto periodístico en sí. Los expertos indican que, en dicho cuerpo, la información ha de seguir la estructura de la pirámide invertida (lo más importante al principio, y lo menos, al final). No obstante, resulta más interesante diseminar los datos de interés a lo largo de todo el cuerpo, para así garantizarnos de que el público lea nuestra noticia al completo.
  2. La crónica, que es el subgénero encargado de narrar, generalmente desde la óptica del periodista, unos acontecimientos, ya sean políticos, bélicos, deportivos... A la hora de redactar una crónica, no podemos valernos de las reglas empleadas para escribir noticias, sino que tendremos que recurrir a otras distintas. Para empezar, los titulares jamás serán informativos. En la noticia existe la posibilidad de dar algo de información en el titular; en la crónica, el único objetivo que ha de perseguir este elemento es llamar la atención, sin más. De ahí que sean frecuentes los usos de refranes, juegos de palabras, títulos de libros o películas, etc., para introducir este subgénero. A su vez, la entradilla y el cuerpo no han de informarte sobre lo que ha ocurrido desde un primer momento. Hay que mantener el suspense en el lector, de modo que él sienta que está viendo los acontecimientos, con el mismo grado de incertidumbre que vivió en su momento el periodista. Por último, frente a la rigurosidad que caracteriza a la noticia, la crónica ha de ser literaria, de modo que resulte todavía más atractiva al lector.
  3. Los reportajes, que son aquellos subgéneros que, con profusión, analizan y exponen un tema. Nuevamente, el titular de los reportajes debe ser exclusivamente llamativo, y la entradilla no ha de responder a ninguna W, sino tan solo presentarnos el asunto del que se va a hablar. A la hora de confeccionar un reportaje, es importante recordar que nuestros lectores no desean que se les ofrezca datos fríos sin más. Éstos esperan que los reportajes periodísticos tengan un toque humano, por lo que tendremos que combinar las cifras con opiniones de expertos y, sobre todo, casos reales de personas a las que les haya afectado este asunto. Por ejemplo, si se va a hacer un reportaje sobre el paro juvenil, la mejor manera de enfocarlo será contar con las vivencias de uno o más jóvenes desempleados, que humanicen los datos que se están dando en el texto.
  4. Las entrevistas, en las que se presentan las opiniones, pensamientos y consideraciones de una persona a raíz de una serie de preguntas que formulará el periodista. En ellas, hay que tener en cuenta, por un lado, que los titulares han de ser la frase más significativa, impactante o interesante de cuantas haya dicho el entrevistado; por otro, que las declaraciones más importantes no se ofrecerán desde un primer momento, sino que habrá que dispersarlas a lo largo del texto; y, por último, que las primeras preguntas sólo deben servir como mera introducción. Esto es importante que se recuerde, sobre todo, a la hora de entrevistar a una persona. Por lo general, a nadie le suele gustar que un periodista le entreviste, debido a la idea generalizada de que el redactor va a manipular las declaraciones que se le hagan en su beneficio. Es por ello que, al principio del diálogo, el periodista deberá formular un par de preguntas sencillas, que relaje a su interlocutor, de modo que se gane su confianza y se abra a él cuando, más adelante, se le formulen las preguntas más comprometidas o polémicas.
  5. Artículos de opinión, en los que hay que observar las siguientes normas: 1. 
    • Empezar la casa por el tejado. 2. Primero hay que tener clara nuestra tesis, la idea que vamos a defender y con la que cerraremos nuestro artículo de opinión. Hasta que no se tenga clara dicha noción, no ha de escribirse el artículo.
    • Tener claro el ‘target’ de público al que uno se dirige. 
    • Vocabulario llano, sencillo, para así llegar a cuantas más personas, mejor. 
    • Buen arranque, buen cierre. Según los expertos, las personas tendemos a quedarnos con lo primero y lo último que nos dicen. Por tanto, un artículo o noticia nos gustará si la primera frase y la última nos resultan convincentes, así que habrá que pensarlas con sumo cuidado. 
    • Personificación o ejemplificación, igual que en los reportajes.
    • Titular ingenioso, con gancho: juegos de palabras, títulos de obras artísticas, refranes… 
    • Insinuar más que provocar. Dejar caer una idea es mucho más efectivo que presentarla de golpe y porrazo al lector, ya que, de la otra manera, al tener que deducirla de la lectura del artículo, puede llegar a pensar que la tesis es suya, y no del periodista.
    • Una idea principal cada cinco líneas. 
    •  9.Nada de vulgarismos e insultos. Por lo general, hacen que el periodista pierda credibilidad.
    •  10.Pensar en el rebatimiento. Hay que tener claro que alguien siempre va a tratar de rebatir o echar por tierra nuestros argumentos. Por eso mismo, se deben pensar y estudiar bien, para que nadie pueda desmontar con facilidad nuestro artículo de opinión.
Finalmente, cuando las páginas ya están escritas, es preciso leerlas a fondo para comprobar que no hay ningún error ortográfico, léxico, sintáctico o de expresión (se recomienda leerla en voz alta, pues el oído suele pillar antes los fallos que los ojos). En cuanto estén listas, se entregarán, primero, al jefe de sección, que habrá de dar su visto bueno y, a continuación, a la sección de continuidad, que es la encargada de velar por que, en el periódico, no haya fallos de ninguna clase. Si Continuidad da su conformidad, las páginas irán directamente, por vía electrónica, a las imprentas, que serán las encargadas últimas de producir el periódico tal y como lo consumirán los lectores al día siguiente.

El periodismo ¿objetivo?

A la hora de leer, estudiar y analizar los textos periodísticos, se suele afirmar, con demasiada frecuencia, que las noticias, los reportajes o las crónican persiguen informarnos de una manera más o menos objetiva, quedando los artículos de opinión como único baluarte de la subjetividad en los medios de comunicación. Craso error. El periodismo es, en esencia, un arte y un negocio completamente subjetivos, en el que informar sobre la verdad no es tan importante como defender una corriente ideológica o de opinión, captar la atención del público... Teofrast Renaudot, fundador de La Gazette (uno de los primeros periódicos modernos que surgió en Europa), afirmaba, en la primera mitad del siglo XVII, que "la Historia es el relato de las cosas sucedidas; la Gazette es solamente el rumor que corre sobre ellas. La primera está obligada a decir siempre la verdad. La segunda hace bastante con que impida mentir".

Es decir, desde sus comienzos, el periodismo no se concebía como una herramienta al servicio de la verdad, sino como un mecanismo de la veracidad, esto es, una vía para contar lo que sucedía con una exactitud algo laxa. Los periódicos como La Gazette se limitaban a colocar noticias una detrás de otra, sin realmente llevar a cabo un proceso de investigación y documentación sobre la autenticidad de dichos sucesos o acontecimientos (en buena medida, debido a que la profesión de periodista, tal como se conoce hoy, no existía). Estos medios se limitaban a ser veraces, pero no buscaban, en modo alguno, promulgar verdades, una responsabilidad que, como expuso Renaudot, pertenecía más bien a la historia o a las ciencias.

En los dos siglos siguientes, esta concepción no sólo no cambiaría, sino que se radicalizaría, sirviendo la prensa como plataforma para la difusión de las ideologías liberales, así como baluarte para la defensa de los derechos de los ciudadanos, que sustentarían la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, primero; la Revolución Francesa, posteriormente; y, por último, las revueltas liberales europeas de 1820, 1830 y 1848. De esta manera, en Estados Unidos Benjamin Franklin, bajo el seudónimo de Silencio Dogood, publicaba en el The New England Courant una serie de cartas en las que promulgaba los ideales de la revolución norteamericana; Marat, uno de los principales revolucionarios franceses, incitaba a la población a la revuelta con su incendiaria retórica en su propio medio de comunicación, El Amigo del pueblo; Émile Zola empleó sus líneas periodísticas para comenzar una campaña de cara a limpiar el nombre de Dreyfuss, un militar judío condenado injustamente por traición... En España también aparecían estos portales hacia el pensamiento liberal (o de cualquier otra clase), como El Censor (donde escribió Jovellanos), El Conciso, El Robespierre español...

A finales del siglo XIX, la prensa ya se había consolidado como el cuarto poder, especialmente en Estados Unidos, donde empezaba a concebirse la profesión como un lucrativo negocio. ¿Y cómo hacerlo rentable? William Randolph Hearst y su gran rival, Joseph Pulitzer, lo tuvieron claro: titulares impactantes, que llamaran la atención del público potencial, que lo escandalizaran...; editoriales polémicos, que llevaran a la población a "rebelarse" contra empresas e instituciones públicas; y reportajes de escándalos y asesinatos, cuanto más truculentos, mejor. Nacía, en consecuencia, la que hoy día recibe el nombre de prensa amarilla, la cual brillaba, en aquellos tiempos, por su falta de escrúpulos. No en vano, fue el mismo Hearst el que dijo: "Si no pasa nada, tendremos que hacer algo para remediarlo"; y "Tráeme fotografías, que yo te daré una guerra". Esta última sentencia hace referencia a la campaña propagandística que Hearst llevó a cabo para incitar a los Estados Unidos a iniciar una guerra contra España por Cuba. El resultado es de sobra conocido.

Veamos un ejemplo de cómo era esta prensa:

El titular (¿La explosión del Maine la causó una bomba o un torpedo?) no es informativo, sino que se basa en una mera especulación para atraer e indignar al lector. La imagen es impactante, exagerada, desgarradora, así como algunos subtítulos, que hablan del número de muertos y más especulaciones sobre el ataque a este barco. Como se puede apreciar, apenas hay rigurosidad en la presentación de los hechos; todo se basa en el rumor y la espectacularidad del titular y la imagen para captar nuestra mirada, incendiar nuestro corazón y, por tanto, empujarnos a comprar el periódico, saciando así nuestras ansias de conocer los detalles de ese "tremendo desastre".

Sin embargo, poco a poco la población, cada vez mejor educada, empezó a repudiar esta prensa amarillista, que no contaba la verdad, ni le interesaba hacerlo. El público gradualmente se interesaba más por los hechos reales, por saber lo que realmente había sucedido en su país, en el mundo... Y es entonces cuando, por primera vez en la historia del periodismo, surge la prensa objetiva, esto es, aquella preocupada por ofrecer a la sociedad noticias contrastadas, informaciones contadas con detalle y minuciosidad... "El deber de todo reportero es luchar para conseguir tanta objetividad como sea humanamente posible", aseguraba A.M. Rosenthal, uno de los pesos pesados del New York Times, que se consolidó, en la segunda mitad del siglo XX, como una de las principales referencias informativas de todo el mundo.

He aquí un ejemplo de la nueva prensa objetiva que nació a mediados del siglo pasado. Si lo comparamos con el del diario The World, apreciamos, primero, que las imágenes pierden toda la importancia y se convierten en meros acompañamientos de las noticias, que son las que cobran mayor importancia frente a cualquier otro elemento, incluso que los titulares, que ya no son llamativos o vistosos, sino meramente informativos. El periódico, por tanto, se vende por la información que ofrezca y la calidad que ésta presente, no por incitar a nada, promulgar una línea política de pensamiento, etc.

Esta tendencia predominaría en la prensa mundial hasta la década de los 90, que arrancó con este acontecimiento:



En enero de 1991 estallaba la Guerra del Golfo y con ella nacería una nueva manera de entender el periodismo. Acabamos de ver el ejemplo más claro al respecto. En esta conexión en directo no se ve ninguna imagen del ataque estadounidense a Bagdad, ni se ofrece ninguna información objetiva al respecto. El vídeo consiste, de manera exclusiva, en escuchar la voz del periodista desde Irak narrando los hechos, contando su opinión, expresando sus sensaciones... Un estilo que, junto a las imágenes en exclusiva del bombardeo, catapultó a la CNN a lo más alto dentro de las cadenas informativas de televisión en Estados Unidos, lo que llevó a sus rivales (y, por ende, a todas las televisiones mundiales) a copiar dicha fórmula informativa, que consistía, primero, en llevar a un cámara y un periodista al lugar de los acontecimientos, no para que nos informasen rigurosamente de lo que estaba ocurriendo, sino para que nos los contasen desde su óptica, llevando esa realidad, por medio del televisor, hasta nuestras casas, creando en los espectadores la ilusión de que también está viviendo ese instante.

Asimismo, los hechos pierden peso frente a las imágenes y, en el caso de que no se tengan (como en el vídeo), se crean mediante infografías interactivas; y, por último, comienza a primar el factor humano. Frente a los fríos hechos, el periodista ha de contar las historias desde el punto de vista de una persona, ya sea él mismo u otra distinta. Con el paso del tiempo esta tendencia evolucionó hasta el punto de que personas anónimas, de ninguna relevancia en campos como la política o la economía, fueron robando espacio a los políticos y demás personajes ilustres de la sociedad. Al público le emocionaban tanto esos relatos de personas corrientes que éstos se acabaron imponiendo en informativos, espacios televisivos, periódicos... Era la antesala de la telerrealidad. Un ejemplo de este fenómeno lo encontramos en la siguiente noticia:



Ted Williams no era más que una persona anónima, sin ninguna trascendencia en el mundo. Sin embargo, de la noche a la mañana, los medios empezaron a prestar mucha atención en su historia, la de un vagabundo con unas dotes espectaculares para la locución que se las ingenia como puede para sobrevivir. Una historia conmovedora, que gustó tanto al público estadounidense (y mundial, por medio de las redes sociales) que el vagabundo logró, al final, fama, dinero, trabajo... Eso sí, su historia no deja de ser una curiosidad, que sigue sin afectar ni a la economía, ni al empleo, ni a los problemas mundiales... Es, simplemente, un relato humano.

Todo esto, como es lógico, afecta a la prensa diaria, que se amolda a esta nueva forma de hacer periodismo. De esta forma, los periódicos quitan espacio a los textos para darle mayor protagonismo a las fotografías, las infografías, los titulares (con tipografías más amplias) e incluso los blancos. Es decir, la noticia en sí pierde su sitio, siendo sustituida por lo visual, lo espectacular y, por supuesto, las historias humanas, que también triunfarán en los medios escritos. Al mismo tiempo, las noticias no estarán repletas de hechos y datos fríos, sino, por el contrario, de reportajes, crónicas y noticias contadas desde la perspectiva de un periodista o sus protagonistas, retomándose, así, la subjetividad reinante hasta la aparición de la nueva prensa a mediados del siglo XX.

Este fenómeno se acentuaría todavía más en los albores del siglo XXI con la eclosión de Internet, que permite a todo el mundo informarse al instante y de manera gratuita sobre cualquier asunto que le interese, disponiendo, además, de múltiples fuentes para ampliar o contrastar dichas noticias o conocimientos. Fuentes que, por suerte o desgracia, ya no pondrán en marcha profesionales de la comunicación, sino cualquier persona con un teclado o una web-cam que desee abrirse un blog o un video-blog. Esto último trajo consigo que la labor del periodista fuese cada vez menos valorada, pues cualquiera era capaz, a fin de cuentas, de informar a un gran público.

La sociedad, en consecuencia, está superinformada y, sobre todo, al minuto, por lo que los periódicos ya no pueden vivir de las noticias del día anterior. La gente ya las ha visto en Internet (o en televisión), así que, para recuperar el interés de las personas y mantener el negocio a flote, la prensa se decanta por una nueva corriente: la información interpretativa. Esto es, las noticias no se ofrecen tal cual han pasado, sino que se valoran, se interpretan, se analizan desde una óptica social, económica, política..., incluyéndose en sus páginas mucha opinión al respecto de las mismas. De ahí que, ahora más que nunca, las noticias parezcan diferentes en función del medio que las cuente. Un ejemplo:

"Los tres guardias civiles autores del informe sobre los cortes en la cinta VHS que grabó el bar Faisán de Irún (Guipúzcoa) cuando se produjo el chivatazo que alertó a ETA sobre una operación policial contra su red de extorsión en 2006 han ratificado que esas interrupciones no fueron "accidentales". Así lo han señalado los agentes ante el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz en su declaración como peritos para que ratificasen su informe, en el que se concluye que los cortes en la grabación del 4 de mayo de 2006 -cuando se produjo el soplo- se produjeron "intencionadamente" o "por negligencia" de quien operaba la cámara, según han informado fuentes personadas en la causa." (El Mundo)


"Los agentes del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil que firmaron sendos informes sobre los cortes que aparecen en el vídeo de vigilancia del bar Faisán durante el supuesto chivatazo al aparato de extorsión de ETA que operaba en dicho establecimiento se han reafirmado hoy ante el juez de la Audiencia Nacional que instruye el caso Faisán en sus conclusiones. Los dos policías nacionales que han testificado sostiene que los cortes que aparecen en el vídeo podrían deberse al deterioro y reutilización de la propia cinta VHS. La declaración de los agentes ha durado apenas un cuarto de hora." (El País)

Como se puede observar, mientras que El Mundo centra la atención en las declaraciones de los guardias civiles sobre lo accidental de las interrupciones de los vídeos, El País asegura que dichos cortes podrían deberse al deterioro de la cinta VHS. La misma historia, pero contada desde dos ópticas diferentes, algo que se ve todavía más claro en los artículos de opinión:


Gadaffi, ese amigo
“Pero lo que más debería preocuparnos es el apoyo que su régimen ha recibido hasta la fecha desde Occidente. (…) La gran pregunta es por qué la paciencia que ni se tuvo ni había por qué tenerla con HosniMubarak en Egipto se ha tenido hasta ahora con Muamar el-Gadafi. Porque hasta donde yo sé Mubarak no tenía sangre de occidentales en sus manos y Gadafi podría haberse duchado en ella. Y mientras Europa mira hacia otro lado, Gadafi nos advirtió la semana pasada que suspenderá la cooperación contra la inmigración ilegal... Están en camino.” (ABC)

Libia, el camino a la libertad
“El pueblo de Libia necesita hoy la solidaridad de todos los demócratas que en nombre de la libertad y los derechos civiles han luchado en muchas partes del mundo hasta la consecución de dichos objetivos. Hoy me siento consternado al ver a un régimen dictatorial y sanguinario bombardear a su propia población causando un número incalculable de bajas entre mujeres, niños, jóvenes y ancianos en la ciudad de Trípoli. La comunidad internacional no puede permitir esta masacre y debe condenar a los asesinos que pretendenaniquilar al pueblo libio sembrando el terror.” (El País)


Por todo ello, es crucial que, cuando se lea, vea o escuche un medio, seamos conscientes de que esa noticia no es una verdad (legalmente, el periodista no está obligado ni siquiera a decirla; sólo ha de ser veraz), sino una narración detrás de la cual hay muchos intereses y una profunda carga subjetiva. Si tenemos eso claro, nuestra formación como ciudadanos será aún más completa. Por último, no está de más que conozcamos las normas que, a día de hoy, se siguen a la hora de redactar artículos en prensa, ya sean o no de opinión, para que tengamos claro cómo hemos de enfocar su lectura e interpretación:
  1. La casa por el tejado. Cuando se escribe cualquier artículo, el periodista ha de tener claro, para empezar, cuál es la idea última que desea transmitir con sus palabras. Al leer un texto periodístico, no olvidéis, por tanto, localizar esa tesis que intentan vendernos, pues nos ayudará a entender la óptica con la que ha sido redactada la noticia. Lógicamente, a la hora de escribir nosotros mismos un artículo o un texto opinativo, éstos deben ser nuestros cimientos, es decir, saber qué queremos transmitir, para que dicha idea impregne todo nuestro texto.
  2. Tener claro el 'target' de publicó al que se dirige el texto. Las personas que leen el ABC o El Mundo no son las mismas que las que compran El País o Público; por tanto, cuando leamos un artículo, tendremos que estar muy pendientes de cuál es el público potencial de ese medio. Del mismo modo, en cualquier proceso comunicativo, sea del tipo que sea, conocer a nuestro lector u oyente nos puede garantizar el éxito en nuestra comunicación.
  3. Vocabulario llano, sencillo. De cara a llegar a más personas, los artículos se escriben de forma simple, con un lenguaje que cualquiera pueda entender. Si, por el contrario, apreciamos que una noticia tiene un vocabulario mucho más culto y cuidado, significa que, quizá, contenga una información realmente interesante, pero a la que pocas personas presten atención. En cuanto a nuestros propios textos, recordad que los tiempos de la retórica pasaron a mejor vida; cuanto más claros seamos a la hora de exponer nuestras ideas, más probabilidades tendremos de que nos entiendan.
  4. Buen arranque, buen cierre. La mayoría de las personas, al recibir una información, suele quedarse con la primera y la última frases de la noticia. Por tanto, hay que estar pendientes de todo lo que nos digan en ella, y no dejarnos llevar por este lapso psicológico que a todos nos afecta. 
  5. Personificación o ejemplificación. Las noticias se van a contar desde una óptica humana, desde la experiencia de unas personas, cuyos ejemplos nos van a permitir comprender mejor la realidad que les rodea. Pero, ¡ojo!, no podemos olvidar que nos están contando "su" verdad, no una verdad completa.
  6. Insinuar más que provocar. El texto argumentativo que más éxito suele tener es aquel que no presenta la idea de golpe, de manera muy expresa, sino el que la deja entrever, para que sea el público el que la deduzca con su lectura. De esta manera, al hacerle pensar, las personas tenderán a pensar que esas ideas que hay en el texto son suyas, y no del periodista que está escribiendo. En consecuencia, mucha atención a ese aspecto. 
  7. Titular ingenioso, con gancho: juegos de palabras, refranes... Cuando escribamos un texto de opinión, el ingenio, la imaginación y el correcto manejo del lenguaje pueden resultar muy atractivos a nuestros lectores. Por consiguiente, es una magnífica manera de destacar, llamar la atención sobre los demás, siendo ésta una estrategia muy común en prensa que se puede aplicar perfectamente a la vida diaria.
  8. Una idea principal cada cinco líneas. He aquí un motivo más por el que resulta interesante leer por completo un texto periodístico. La tendencia actual es, precisamente, diseminar lo importante a lo largo del artículo, para que, o bien el lector se sienta en la obligación de leerlo todo, o que pierda el interés y pase de largo datos clave.
  9. Pensar en el rebatimiento. Cuando un periodista redacta un artículo, lo hace sabiendo que alguien siempre va a tratar de rebatirle o echar por tierra sus argumentos. Por eso mismo, los planea y estudia al detalle, para que nadie pueda desmontar su escrito con facilidad. Por tanto, es importante leer entre líneas y fijarse bien en los detalles, porque ahí es por dónde se podrá "atacar" a dicho artículo. Esta estrategia es, por supuesto, clave a la hora de redactar cualquier texto opinativo, por lo que, cuando redactemos algo, hay que tener cuidado con lo que se dice y ser consciente de las posibilidades de rebatimiento con las que nos podamos encontrar.
  10. Ser fieles a nosotros mismos.