jueves, 24 de marzo de 2011

El periodismo ¿objetivo?

A la hora de leer, estudiar y analizar los textos periodísticos, se suele afirmar, con demasiada frecuencia, que las noticias, los reportajes o las crónican persiguen informarnos de una manera más o menos objetiva, quedando los artículos de opinión como único baluarte de la subjetividad en los medios de comunicación. Craso error. El periodismo es, en esencia, un arte y un negocio completamente subjetivos, en el que informar sobre la verdad no es tan importante como defender una corriente ideológica o de opinión, captar la atención del público... Teofrast Renaudot, fundador de La Gazette (uno de los primeros periódicos modernos que surgió en Europa), afirmaba, en la primera mitad del siglo XVII, que "la Historia es el relato de las cosas sucedidas; la Gazette es solamente el rumor que corre sobre ellas. La primera está obligada a decir siempre la verdad. La segunda hace bastante con que impida mentir".

Es decir, desde sus comienzos, el periodismo no se concebía como una herramienta al servicio de la verdad, sino como un mecanismo de la veracidad, esto es, una vía para contar lo que sucedía con una exactitud algo laxa. Los periódicos como La Gazette se limitaban a colocar noticias una detrás de otra, sin realmente llevar a cabo un proceso de investigación y documentación sobre la autenticidad de dichos sucesos o acontecimientos (en buena medida, debido a que la profesión de periodista, tal como se conoce hoy, no existía). Estos medios se limitaban a ser veraces, pero no buscaban, en modo alguno, promulgar verdades, una responsabilidad que, como expuso Renaudot, pertenecía más bien a la historia o a las ciencias.

En los dos siglos siguientes, esta concepción no sólo no cambiaría, sino que se radicalizaría, sirviendo la prensa como plataforma para la difusión de las ideologías liberales, así como baluarte para la defensa de los derechos de los ciudadanos, que sustentarían la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, primero; la Revolución Francesa, posteriormente; y, por último, las revueltas liberales europeas de 1820, 1830 y 1848. De esta manera, en Estados Unidos Benjamin Franklin, bajo el seudónimo de Silencio Dogood, publicaba en el The New England Courant una serie de cartas en las que promulgaba los ideales de la revolución norteamericana; Marat, uno de los principales revolucionarios franceses, incitaba a la población a la revuelta con su incendiaria retórica en su propio medio de comunicación, El Amigo del pueblo; Émile Zola empleó sus líneas periodísticas para comenzar una campaña de cara a limpiar el nombre de Dreyfuss, un militar judío condenado injustamente por traición... En España también aparecían estos portales hacia el pensamiento liberal (o de cualquier otra clase), como El Censor (donde escribió Jovellanos), El Conciso, El Robespierre español...

A finales del siglo XIX, la prensa ya se había consolidado como el cuarto poder, especialmente en Estados Unidos, donde empezaba a concebirse la profesión como un lucrativo negocio. ¿Y cómo hacerlo rentable? William Randolph Hearst y su gran rival, Joseph Pulitzer, lo tuvieron claro: titulares impactantes, que llamaran la atención del público potencial, que lo escandalizaran...; editoriales polémicos, que llevaran a la población a "rebelarse" contra empresas e instituciones públicas; y reportajes de escándalos y asesinatos, cuanto más truculentos, mejor. Nacía, en consecuencia, la que hoy día recibe el nombre de prensa amarilla, la cual brillaba, en aquellos tiempos, por su falta de escrúpulos. No en vano, fue el mismo Hearst el que dijo: "Si no pasa nada, tendremos que hacer algo para remediarlo"; y "Tráeme fotografías, que yo te daré una guerra". Esta última sentencia hace referencia a la campaña propagandística que Hearst llevó a cabo para incitar a los Estados Unidos a iniciar una guerra contra España por Cuba. El resultado es de sobra conocido.

Veamos un ejemplo de cómo era esta prensa:

El titular (¿La explosión del Maine la causó una bomba o un torpedo?) no es informativo, sino que se basa en una mera especulación para atraer e indignar al lector. La imagen es impactante, exagerada, desgarradora, así como algunos subtítulos, que hablan del número de muertos y más especulaciones sobre el ataque a este barco. Como se puede apreciar, apenas hay rigurosidad en la presentación de los hechos; todo se basa en el rumor y la espectacularidad del titular y la imagen para captar nuestra mirada, incendiar nuestro corazón y, por tanto, empujarnos a comprar el periódico, saciando así nuestras ansias de conocer los detalles de ese "tremendo desastre".

Sin embargo, poco a poco la población, cada vez mejor educada, empezó a repudiar esta prensa amarillista, que no contaba la verdad, ni le interesaba hacerlo. El público gradualmente se interesaba más por los hechos reales, por saber lo que realmente había sucedido en su país, en el mundo... Y es entonces cuando, por primera vez en la historia del periodismo, surge la prensa objetiva, esto es, aquella preocupada por ofrecer a la sociedad noticias contrastadas, informaciones contadas con detalle y minuciosidad... "El deber de todo reportero es luchar para conseguir tanta objetividad como sea humanamente posible", aseguraba A.M. Rosenthal, uno de los pesos pesados del New York Times, que se consolidó, en la segunda mitad del siglo XX, como una de las principales referencias informativas de todo el mundo.

He aquí un ejemplo de la nueva prensa objetiva que nació a mediados del siglo pasado. Si lo comparamos con el del diario The World, apreciamos, primero, que las imágenes pierden toda la importancia y se convierten en meros acompañamientos de las noticias, que son las que cobran mayor importancia frente a cualquier otro elemento, incluso que los titulares, que ya no son llamativos o vistosos, sino meramente informativos. El periódico, por tanto, se vende por la información que ofrezca y la calidad que ésta presente, no por incitar a nada, promulgar una línea política de pensamiento, etc.

Esta tendencia predominaría en la prensa mundial hasta la década de los 90, que arrancó con este acontecimiento:



En enero de 1991 estallaba la Guerra del Golfo y con ella nacería una nueva manera de entender el periodismo. Acabamos de ver el ejemplo más claro al respecto. En esta conexión en directo no se ve ninguna imagen del ataque estadounidense a Bagdad, ni se ofrece ninguna información objetiva al respecto. El vídeo consiste, de manera exclusiva, en escuchar la voz del periodista desde Irak narrando los hechos, contando su opinión, expresando sus sensaciones... Un estilo que, junto a las imágenes en exclusiva del bombardeo, catapultó a la CNN a lo más alto dentro de las cadenas informativas de televisión en Estados Unidos, lo que llevó a sus rivales (y, por ende, a todas las televisiones mundiales) a copiar dicha fórmula informativa, que consistía, primero, en llevar a un cámara y un periodista al lugar de los acontecimientos, no para que nos informasen rigurosamente de lo que estaba ocurriendo, sino para que nos los contasen desde su óptica, llevando esa realidad, por medio del televisor, hasta nuestras casas, creando en los espectadores la ilusión de que también está viviendo ese instante.

Asimismo, los hechos pierden peso frente a las imágenes y, en el caso de que no se tengan (como en el vídeo), se crean mediante infografías interactivas; y, por último, comienza a primar el factor humano. Frente a los fríos hechos, el periodista ha de contar las historias desde el punto de vista de una persona, ya sea él mismo u otra distinta. Con el paso del tiempo esta tendencia evolucionó hasta el punto de que personas anónimas, de ninguna relevancia en campos como la política o la economía, fueron robando espacio a los políticos y demás personajes ilustres de la sociedad. Al público le emocionaban tanto esos relatos de personas corrientes que éstos se acabaron imponiendo en informativos, espacios televisivos, periódicos... Era la antesala de la telerrealidad. Un ejemplo de este fenómeno lo encontramos en la siguiente noticia:



Ted Williams no era más que una persona anónima, sin ninguna trascendencia en el mundo. Sin embargo, de la noche a la mañana, los medios empezaron a prestar mucha atención en su historia, la de un vagabundo con unas dotes espectaculares para la locución que se las ingenia como puede para sobrevivir. Una historia conmovedora, que gustó tanto al público estadounidense (y mundial, por medio de las redes sociales) que el vagabundo logró, al final, fama, dinero, trabajo... Eso sí, su historia no deja de ser una curiosidad, que sigue sin afectar ni a la economía, ni al empleo, ni a los problemas mundiales... Es, simplemente, un relato humano.

Todo esto, como es lógico, afecta a la prensa diaria, que se amolda a esta nueva forma de hacer periodismo. De esta forma, los periódicos quitan espacio a los textos para darle mayor protagonismo a las fotografías, las infografías, los titulares (con tipografías más amplias) e incluso los blancos. Es decir, la noticia en sí pierde su sitio, siendo sustituida por lo visual, lo espectacular y, por supuesto, las historias humanas, que también triunfarán en los medios escritos. Al mismo tiempo, las noticias no estarán repletas de hechos y datos fríos, sino, por el contrario, de reportajes, crónicas y noticias contadas desde la perspectiva de un periodista o sus protagonistas, retomándose, así, la subjetividad reinante hasta la aparición de la nueva prensa a mediados del siglo XX.

Este fenómeno se acentuaría todavía más en los albores del siglo XXI con la eclosión de Internet, que permite a todo el mundo informarse al instante y de manera gratuita sobre cualquier asunto que le interese, disponiendo, además, de múltiples fuentes para ampliar o contrastar dichas noticias o conocimientos. Fuentes que, por suerte o desgracia, ya no pondrán en marcha profesionales de la comunicación, sino cualquier persona con un teclado o una web-cam que desee abrirse un blog o un video-blog. Esto último trajo consigo que la labor del periodista fuese cada vez menos valorada, pues cualquiera era capaz, a fin de cuentas, de informar a un gran público.

La sociedad, en consecuencia, está superinformada y, sobre todo, al minuto, por lo que los periódicos ya no pueden vivir de las noticias del día anterior. La gente ya las ha visto en Internet (o en televisión), así que, para recuperar el interés de las personas y mantener el negocio a flote, la prensa se decanta por una nueva corriente: la información interpretativa. Esto es, las noticias no se ofrecen tal cual han pasado, sino que se valoran, se interpretan, se analizan desde una óptica social, económica, política..., incluyéndose en sus páginas mucha opinión al respecto de las mismas. De ahí que, ahora más que nunca, las noticias parezcan diferentes en función del medio que las cuente. Un ejemplo:

"Los tres guardias civiles autores del informe sobre los cortes en la cinta VHS que grabó el bar Faisán de Irún (Guipúzcoa) cuando se produjo el chivatazo que alertó a ETA sobre una operación policial contra su red de extorsión en 2006 han ratificado que esas interrupciones no fueron "accidentales". Así lo han señalado los agentes ante el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz en su declaración como peritos para que ratificasen su informe, en el que se concluye que los cortes en la grabación del 4 de mayo de 2006 -cuando se produjo el soplo- se produjeron "intencionadamente" o "por negligencia" de quien operaba la cámara, según han informado fuentes personadas en la causa." (El Mundo)


"Los agentes del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil que firmaron sendos informes sobre los cortes que aparecen en el vídeo de vigilancia del bar Faisán durante el supuesto chivatazo al aparato de extorsión de ETA que operaba en dicho establecimiento se han reafirmado hoy ante el juez de la Audiencia Nacional que instruye el caso Faisán en sus conclusiones. Los dos policías nacionales que han testificado sostiene que los cortes que aparecen en el vídeo podrían deberse al deterioro y reutilización de la propia cinta VHS. La declaración de los agentes ha durado apenas un cuarto de hora." (El País)

Como se puede observar, mientras que El Mundo centra la atención en las declaraciones de los guardias civiles sobre lo accidental de las interrupciones de los vídeos, El País asegura que dichos cortes podrían deberse al deterioro de la cinta VHS. La misma historia, pero contada desde dos ópticas diferentes, algo que se ve todavía más claro en los artículos de opinión:


Gadaffi, ese amigo
“Pero lo que más debería preocuparnos es el apoyo que su régimen ha recibido hasta la fecha desde Occidente. (…) La gran pregunta es por qué la paciencia que ni se tuvo ni había por qué tenerla con HosniMubarak en Egipto se ha tenido hasta ahora con Muamar el-Gadafi. Porque hasta donde yo sé Mubarak no tenía sangre de occidentales en sus manos y Gadafi podría haberse duchado en ella. Y mientras Europa mira hacia otro lado, Gadafi nos advirtió la semana pasada que suspenderá la cooperación contra la inmigración ilegal... Están en camino.” (ABC)

Libia, el camino a la libertad
“El pueblo de Libia necesita hoy la solidaridad de todos los demócratas que en nombre de la libertad y los derechos civiles han luchado en muchas partes del mundo hasta la consecución de dichos objetivos. Hoy me siento consternado al ver a un régimen dictatorial y sanguinario bombardear a su propia población causando un número incalculable de bajas entre mujeres, niños, jóvenes y ancianos en la ciudad de Trípoli. La comunidad internacional no puede permitir esta masacre y debe condenar a los asesinos que pretendenaniquilar al pueblo libio sembrando el terror.” (El País)


Por todo ello, es crucial que, cuando se lea, vea o escuche un medio, seamos conscientes de que esa noticia no es una verdad (legalmente, el periodista no está obligado ni siquiera a decirla; sólo ha de ser veraz), sino una narración detrás de la cual hay muchos intereses y una profunda carga subjetiva. Si tenemos eso claro, nuestra formación como ciudadanos será aún más completa. Por último, no está de más que conozcamos las normas que, a día de hoy, se siguen a la hora de redactar artículos en prensa, ya sean o no de opinión, para que tengamos claro cómo hemos de enfocar su lectura e interpretación:
  1. La casa por el tejado. Cuando se escribe cualquier artículo, el periodista ha de tener claro, para empezar, cuál es la idea última que desea transmitir con sus palabras. Al leer un texto periodístico, no olvidéis, por tanto, localizar esa tesis que intentan vendernos, pues nos ayudará a entender la óptica con la que ha sido redactada la noticia. Lógicamente, a la hora de escribir nosotros mismos un artículo o un texto opinativo, éstos deben ser nuestros cimientos, es decir, saber qué queremos transmitir, para que dicha idea impregne todo nuestro texto.
  2. Tener claro el 'target' de publicó al que se dirige el texto. Las personas que leen el ABC o El Mundo no son las mismas que las que compran El País o Público; por tanto, cuando leamos un artículo, tendremos que estar muy pendientes de cuál es el público potencial de ese medio. Del mismo modo, en cualquier proceso comunicativo, sea del tipo que sea, conocer a nuestro lector u oyente nos puede garantizar el éxito en nuestra comunicación.
  3. Vocabulario llano, sencillo. De cara a llegar a más personas, los artículos se escriben de forma simple, con un lenguaje que cualquiera pueda entender. Si, por el contrario, apreciamos que una noticia tiene un vocabulario mucho más culto y cuidado, significa que, quizá, contenga una información realmente interesante, pero a la que pocas personas presten atención. En cuanto a nuestros propios textos, recordad que los tiempos de la retórica pasaron a mejor vida; cuanto más claros seamos a la hora de exponer nuestras ideas, más probabilidades tendremos de que nos entiendan.
  4. Buen arranque, buen cierre. La mayoría de las personas, al recibir una información, suele quedarse con la primera y la última frases de la noticia. Por tanto, hay que estar pendientes de todo lo que nos digan en ella, y no dejarnos llevar por este lapso psicológico que a todos nos afecta. 
  5. Personificación o ejemplificación. Las noticias se van a contar desde una óptica humana, desde la experiencia de unas personas, cuyos ejemplos nos van a permitir comprender mejor la realidad que les rodea. Pero, ¡ojo!, no podemos olvidar que nos están contando "su" verdad, no una verdad completa.
  6. Insinuar más que provocar. El texto argumentativo que más éxito suele tener es aquel que no presenta la idea de golpe, de manera muy expresa, sino el que la deja entrever, para que sea el público el que la deduzca con su lectura. De esta manera, al hacerle pensar, las personas tenderán a pensar que esas ideas que hay en el texto son suyas, y no del periodista que está escribiendo. En consecuencia, mucha atención a ese aspecto. 
  7. Titular ingenioso, con gancho: juegos de palabras, refranes... Cuando escribamos un texto de opinión, el ingenio, la imaginación y el correcto manejo del lenguaje pueden resultar muy atractivos a nuestros lectores. Por consiguiente, es una magnífica manera de destacar, llamar la atención sobre los demás, siendo ésta una estrategia muy común en prensa que se puede aplicar perfectamente a la vida diaria.
  8. Una idea principal cada cinco líneas. He aquí un motivo más por el que resulta interesante leer por completo un texto periodístico. La tendencia actual es, precisamente, diseminar lo importante a lo largo del artículo, para que, o bien el lector se sienta en la obligación de leerlo todo, o que pierda el interés y pase de largo datos clave.
  9. Pensar en el rebatimiento. Cuando un periodista redacta un artículo, lo hace sabiendo que alguien siempre va a tratar de rebatirle o echar por tierra sus argumentos. Por eso mismo, los planea y estudia al detalle, para que nadie pueda desmontar su escrito con facilidad. Por tanto, es importante leer entre líneas y fijarse bien en los detalles, porque ahí es por dónde se podrá "atacar" a dicho artículo. Esta estrategia es, por supuesto, clave a la hora de redactar cualquier texto opinativo, por lo que, cuando redactemos algo, hay que tener cuidado con lo que se dice y ser consciente de las posibilidades de rebatimiento con las que nos podamos encontrar.
  10. Ser fieles a nosotros mismos.

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